Planta del Búnker de El Capricho (1987) |
El búnker de “El Capricho”, construido durante el primer semestre de 1937, pasa por ser la fortificación subterránea más importante realizada en Madrid durante la Guerra Civil Española. Aunque tuvo su origen en la arquitectura civil destinada a la construcción de refugios antiaéreos para la población, sería el primer refugio destinado en la historia bélica a dar cobijo al Estado Mayor de un ejército, en este caso al del Ejército Republicano del Centro, idea que proliferaría, y quedaría sustancialmente mejorada, en los años posteriores durante la II Guerra Mundial, y cuyos ejemplos más notorios lo serían el búnker de Berlín o las Gabinet War Rooms de Londres. Se puede decir, pues, que el búnker de “El Capricho” es uno de los pioneros en la historia bélica en lo que se refiere a refugios antiaéreos.
Setenta y seis años después de su construcción, y debido a que la misma estuvo sometida al más riguroso secreto, el refugio antiaéreo de la “Posición Jaca”, nombre en clave con el que se conoció al parque durante la guerra, sigue manteniendo ciertos enigmas cuya resolución es más una labor para especulación que de investigación histórica. Así, por ejemplo, todavía no se tiene claro cuál fue la forma utilizada para su construcción, si ésta se realizó a cielo abierto o si, por el contrario, fuera realizada en mina, excavado sobre el terreno. Aunque esto se podría determinar mediante un riguroso estudio geotécnico, las hipótesis se decantan por la construcción en mina de acuerdo con los siguientes hechos constatados: a- la existencia de un antiguo conducto de agua a unos 5-7 m. sobre las bóvedas del refugio; b- el arbolado existente en la zona superior de la construcción; y c- su profundidad media, 14-16 m., es más que suficiente para aguantar los impactos de las bombas de aquella época, por lo que no hubiera sido necesaria la colocación de una cubierta de hormigón sobre las bóvedas (si ésta existe o no, es algo que se desconoce).
El búnker de “El Capricho” consta de cuatro entradas. Las dos principales, gemelas, se sitúan en un lateral del Palacio de los Duques de Osuna, cerca de la puerta trasera del Jardín. Otra trasera sale cerca de El Abejero. La cuarta, no contemplada en el proyecto original, si bien se construyó sobre la marcha, da a la calle Rambla, en el exterior del Parque. Los dos accesos principales quiebran en ángulo recto hacia la galería central del refugio mientras que los otros desarrollan su recorrido de modo zigzagueante y con ángulos rectos. La razón de que tales accesos presenten estas características es la de constituirse por sí como un freno a la onda expansiva de una posible detonación cercana, la cual quedaría frenada por el juego de ángulos. Desde las cuatro entradas se desciende por escalera de ladrillo hasta el cuerpo central del refugio, a una profundidad de 14-16 m.
Bajando desde el acceso principal encontramos una puerta de especiales características tras la que parte al galería principal desde donde se desarrolla el cuerpo del búnker. La puerta recuerda a las utilizadas en los barcos y submarinos: es de acero, con junta de goma para cerrar herméticamente, posee una mirilla de cristal reforzado y un cierre a presión mediante un cerrojo giratorio. En aquella época todavía existía el temor la guerra química tan usual en la I Guerra Mundial, por lo que ésta y otras tres similares, propiciaban que, en caso de necesidad, el refugio quedara cerrado herméticamente. Hay que recordar que el organismo del que dependía la construcción de refugios antiaéreos en Madrid, la Junta Superior de Defensa Pasiva y Antigás, dependía directamente del Ministerio de la Marina y Aire, a la postre, quien supervisaría todos los proyectos de esta construcciones subterráneas.
Galería central del búnker de El Capricho |
La galería central, de unos 30 metros de longitud, 2 de ancho y 2,50 de altura, es la espina dorsal de la construcción; a partir de ella se abrirán las diferentes habitaciones que componen el refugio. Notas esenciales son el techo abovedado en toda la construcción, lo que da cierta solemnidad al conjunto de la construcción en comparación con otras contemporáneas, y el embaldosado de baldosas cuadradas con motivos geométricos que, curiosamente, son distintos en todas las dependencias del refugio. La pared está alicatada con azulejos blancos hasta una altura aproximada de 1,75 m. y decorada con tres franjas rojas longitudinales en la zona más alta. Al margen de las dos pequeñas habitaciones que se encuentran inmediatamente a la izquierda, una de las cuales estaba destinada a albergar las duchas para los posibles gaseados, las siete principales dependencias del refugio se abren a izquierda (tres) y derecha (cuatro) de la galería central. Estas habitaciones, que albergarían el organigrama del Estado Mayor del Ejército en caso de necesidad, se abren por su parte trasera a sendos pasillos laterales, de un metro de ancho, que las interconectan por su parte trasera. Del pasillo de la derecha, a la altura de la segunda habitación, es de donde parte la salida de emergencia a la calle Rambla, con su correspondiente puerta hermética.
En todos los pasillos y habitaciones del refugio se encuentran unas pequeñas ventanillas cerca del suelo que, en su tiempo, estarían recubiertas por rejillas. Tales forman el sistema de ventilación que, comunicándose entre sí por un juego de conductos en sentido horizontal-vertical, salen al exterior por las dos altas chimeneas de ladrillo que son perfectamente visibles en el exterior. La ventilación en este circuito era susceptible de ser forzada mediante un motor sito en una de los habitáculos sitos el fondo del refugio, en el lado opuesto al de la salida trasera. Es en ese habitáculo en forma de L, en el que ya solo queda el soporte del motor de gasoil, donde desemboca una ancha chimenea de ventilación que, tras un tramo vertical, desemboca en uno horizontal desde cuyos extremos parten las dos aludidas grandes chimeneas de ladrillo. Este habitáculo cuenta con su propia puerta hermética, habida cuenta de su conexión directa con el exterior a través de las chimeneas. La gran altura de éstas, asimismo, ya suponía una defensa contra los gases químicos que, por ser más pesados que el aire, se mantendrían pegados al suelo.
Dicen que “El Capricho” enamora, que su belleza penetra a quienes pasean por el mismo. Eso mismo debió ocurrirles a los militares a quienes se les encomendó la proyección y posterior construcción de los subterráneos de la “Posición Jaca”. Ninguna construcción bélica de la época guarda un refinamiento estético tan pronunciado como el búnker, algo que también se podría predicar del polvorín cercano a la Casa de la Vieja, otra de las estructuras construidas en la Guerra Civil. La belleza de las entradas, en el lateral del palacio, o los detalles ornamentales del interior, sin duda innecesarios en las circunstancias balo las que se realizaron, hacen del búnker un capricho más entre los ya conocidos del jardín.